Mujercita.


miss no es sólo señorita.

He aprendido a extrañar sin mesura este último tiempo. Y me ha resultado dulcísimo.
Uno sabe siempre que puede extrañar, es algo entrañable, pero hasta dónde, hasta cuándo, hasta qué. Yo he extrañado hasta el primer mundo, he extrañado hasta el aliento y hasta más allá de Plutón. He extrañado hasta durmiendo, soñando además. He extrañado hasta cuando se han puesto frente a mí, con miradas estrechas y terminantes. He extrañado cuando me han besado, inclusive. He extrañado hasta cuando es tanto que mis ideas se pierden en el tiempo, en los sucesos cotidianos, en los momentos que no esperaba, hasta cuando en los momentos en que no esperaba comenzar a extrañar. He extrañado hasta teniendo nada. Y ha sido hermoso.
Siendo amante de las letras, engañando las bases de datos y los números que someten mi fidelidad de esposa maltratada, no he descubierto las palabras para decirte querido blog, lo que se extraña con entrañas, con tripas y corazón; con sangre y con fuego la pasión que siento por juntarlas a todas, a todas las letras, a todos los caracteres, a todas las palabras, por hilarlas y tejer abrigos que cuenten de abrazos, y bufandas que derramen olores, y gorros que entibiando noches viertan en los demás la sensación que buscan. Te he extrañado con envidia, con mentiras, con verdades. Te he extrañado desde lejos, en mi sofá mirando la ventana llena de brillos y destellos nocturnos. Te he extrañado como una madre a un hijo. Y a él lo extraño como si hubiera existido.

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