
Claro que pensé que tenía treinta seis, que estaba casado y que debía ser hermoso debajo de esa camisa y corbata. Claro que pensé que jamás se fijaría en mí porque yo soy como de esas niñas que él no se fija porque se fijan mucho en ellos, pero a la vez no se fijan nada. Claro que pensé en que cuando se sonríe bastaría con ponerle un poco de gloss en esos labios para que luciera like a príncipe encantador, y claro que pensé en que era inalcanzable y por eso era mi príncipe azul, porque una nunca tiene a su príncipe azul.
Qué hombre en verdad, qué sujeto.
Claro que pensé como si tuviera quince, y claro que no hice nada de lo mucho que pensé porque nadie quiere estropear los mínimos, limitados y breves acercamientos con su posible príncipe encantador.
Qué fuerte.
Entonces, un día yo soñé con mi cita ideal con él, histérica, alucinada ilustré: un helado. Que nos tomamos un helado, y conversamos y no sé, nos tomamos un helado. Y me dice que me quiere y me pide pololeo porque en verdad lo nuestro es estar juntos, y el helado es de chocolate o al menos tiene algo de chocolate. Confieso que cuando vi su espalda, yo vi más que eso; me pone ansiosa tener sueños con extraños.
Etiquetas: amor, calles, diario de vida, gentes
0 Respuestas to “Así vino.”