Mujercita.


Memorias de un Lunes

Y yo terminé en la promesa que escribiría cosas maravillosas, que te diría cuán increíble eres y quizá cuánta falta le haces a una mujer como yo, y qué poca a una mujer como ella.
Que pareciera que cada vez es lo mismo, esa sensación de tener algo inconcluso, algo pendiente, más que por una historia de niños, por un sentimiento real.
E irrumpen caóticos esos cuestionamientos, y es que tan perra soy que a veces creo que es por eso que miro el reloj antes de medir las consecuencias de lo efímero.
Y no. Reniego. Me pongo en cuclillas a rogarle a Eros que con su aliento calme mis latidos, con su suspiro agote el sudor que se encamina peligroso en mis sienes, en mi pecho y en mis manos, que no sea necesario volver a humedecer mis labios para respirar con tranquilidad. Y el rito, sistemático a esta altura, se dilata rápido ignorando la religiosidad.
Te hubiera vuelto a acariciar el rostro para quitarte la culpa de estar ausente que no fue nuestra, sino del tiempo, las distancias y las circunstancias, y para borrar mi sonrisa de alegría por eso. Hubiera callado cada vez que la historia diseñara otra vez tus facciones de molestia, de incomprensión, de incredulidad. Te hubiera abrazado más y contagiado mi arrebato de alegría por ese instante que se lanzó eufórico a mis cuentos e impensado a tus historias. Un momento más en la vida. ¿Lo vamos a recordar en el día del túnel?
Hubiera escuchado más, comido más, pero la periodista me sale frenética, necesito comunicar. Hubiera sido perfecta, hubiera dicho que hice cosas lindas y buenas como ir a un taller de literatura, aprender a copiar los power point de mi profe de Historia en el preu, asumir que las matemáticas nunca fueron lo mío, que desde que salí de cuarto que escribo públicamente y que parece que a la gente le gusta. Hubiera dicho que leí el Apocalipsis entero tres veces (y el Cantar de los Cantares), que solía leer mis historias añejas en una retrospección consciente y que era un recuerdo especial. Decir que salí de la media con un seis coma uno y que me enamoré del trabajo cuando hice la práctica. Decir que me va bien en la U, que ayudo a mis compañeros a hablar bien y a no dejarse arrastrar por lo fácil y lo cómodo. Pero dije lo que pasó y lo que me hirió, lo que me hizo esa niña dándoselas de mujer, que sabe qué decir y qué hacer en el momento preciso, que no se molesta en mentir porque todo el mundo lo hace, que no le avergüenza sentir deseo porque todos lo hacen, que sabe hacer reír mucho cuando quiere a alguien. Que cree que cuando una persona sonríe está feliz.
Hubiera sido menos precisa. Más etérea. Menos pasado cercano y más pasado lejano. Hubiera reprimido menos e impulsado más. Hubiera no tenido que esperar otra vez. Hubiera dicho todas estas cosas, pero no.

Sólo llegué a descolgar el cuadro de mi pieza a mirar a los niños, a recordar otra vez. Y a repetir ‘al fin podré comer, beber de tus latidos. Al fin podré reírme con tus risas, violéntame, sonríeme’ Y a decir que estaba un poco más feliz que unas horas antes. Diría todo eso, me tomaría dos expresos con una sacarina, abriría los ojos y bebería otro sorbo para no seguir pensando que sólo fue un recuerdo, un momento creado como tantos, pero para qué.

1 Respuestas to “Memorias de un Lunes”

  1. # Blogger Miss Rydia

    Quiero comentar algo, pero como que no puedo.

    :O.  

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