Mujercita.


Mil Caminos

Al fin podré comer, beber de tus latidos.
Al fin podré reírme con tus risas, violéntame, sonríeme.
Al fin creeré que puedes controlar tu paz;
seguro que al fin creeré, creeré que puedes salvarme, sonríe,
Puedes ser mi alma, sonríeme.

Al fin creeré que puedes controlar tu paz.
Seguro que al fin creeré, creeré que puedes salvarme, sonríe,
puedes ser mi alma, seguro que tú puedes ser mi alma. Calma, calma.

Al final de mil caminos siempre habrá desvíos;
Al final de mil caminos, decido, decido.

La noche está así como de desierto. Así, fría y despejada, con la luna media llena intentando menguar. Me siento rara. Esto de escuchar en las noches a Lucybell para cerrar una jornada un tanto increíble y un mucho feliz.
Las vueltas de esta loca vida me muestran que en realidad soy una buena persona, pero que tiene esa tendencia a ceder a las cosas malas pero deliciosas.
Son las 00.54 y no tengo sueño. Leo atentamente la letra de la canción, sigo cada forma de las letras, las tildes, las comas y los puntos, como si fuera cada línea, cada curva por sí sola una obra que edifica un hermoso palacio. Siempre las letras de canciones cortas son las que realmente se cantan. Dije eso y Cronos anunció mis cinco horas y media de sueño probablemente tranquilo, sin interrupciones. Y cuenta menos mientras sigo pensando y escribiendo. Le quito una mancha al teclado y oigo los aplausos y la suavidad de los sonidos que intentan preparar mi sueño. Estoy deseando pensar más, tomarme otra taza de café y tomarme el tiempo para leer esos libros que quiero leer, volver a San Diego para leer revistas gratis. Echarme en la cama con los ojos cerrados escuchando música, inventar la historia que cada una me trae. Quiero ser sonido. Quiero ser palabra. Y al final, al final una frágil línea trazada en una hoja blanca por un lápiz de tinta o grafito. Una mancha esbozada sin intención. Al final esa paz me salvaría. Pero al final, en los desvíos, simplemente decido.

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