Mujercita.


La Reencarnación de Cho

Soy una mujer que ama y valora absolutamente la vida (no sé en qué momento sucedió, porque hace un par de años era la terrorista de la mía), muy pro-vida, y ya me acostumbré a ser de las menos, pero también soy la mujer, posiblemente, más impulsiva que conozco, y muchas veces no soy capaz de controlar mis emociones, soy una mina muy de piel como me decían por ahí.
Recuerdo una vez que me dieron una pésima noticia en la oficina de mi jefe y cuando salí pateé todos los cajones de mis muebles, la silla, golpeé la pared, pesqué mis cosas y furiosa me largué como a las 17.30 sin importarme nada. Sólo me faltó pescar el teclado y darle al equipo con él y botar todo lo que estaba sobre mi escritorio, pero lo cierto es que para que no pasara eso me llevaron a la fuerza al metro. Ese día falté a mi taller de Literatura en la Finis Terrae, y por eso no le di el regalo que había comprado especialmente para Cristóbal, por el amigo secreto, pero es que lo salvé más bien de no tirárselo por la cabeza. Ese día estaba iracunda.
También recuerdo un episodio cuando en la casa de un pololo, el lindo me hizo una escenita y me dejó tirada en su casa con su mamá y se fue a un carrete, frente a ella di un combo en la pared que casi rompió el muro, porque retumbó todo y rompí mi mano, me puse de pie la miré y le dije su hijo es un maricón, y me fui.
Esas escenas asustan a cualquiera y desde ese momento, creo, ya no fui muy bienvenida en la casa.

Hace muchísimo tiempo no me sentía con esa sensación en el cuerpo de querer matar a alguien. Había dejado los golpes y los había cambiado por llanto. Una, porque eso de andar pateando las cosas y chuteando al primer individuo que se te cruce, me parece una actitud absolutamente retrógrada, que habla de involución e inherente a los hombres. Entonces me sentía media niño cada vez que andaba golpeando o tirando cuestiones. No me veía rica pos. Y segundo, porque me di cuenta que cada vez que deseaba hacerlo, lo controlaba y la frustración, la impotencia de no poder hacer lo que quería me obligaba a llorar. Y aunque me considero una mujer fuerte, la rabia no la tolero y la única manera de canalizarla sin arrancarle con mis uñas jirones de piel, o pedazos de pelo a la gente es llorando, sí, enseñando lo ínfimo de la humanidad femenina, la debilidad.
Bueno, pensar que hacía mucho tiempo no me sentía así y ayer venció ese tiempo. Esperando a rastras mi fin de mes, y voy a revisar mi cuenta y aparece saldo $140.
Bajé a averiguar a Recursos Humanos y la tipa muy desubicá me dice, ah no, tenís pa rato ven el próximo dieciocho.
¡¿Qué?! ¡¿Que me van a dejar UN MES sin sueldo?!
Me di la media vuelta sin decir nada, para controlarme porque estaba comenzando a aparecer Cho en mi cuerpo, y como estaba en el tercero bajé, crucé la calle y me puse a llorar como una pendeja, sola y con las sangre hirviendo.
En ese momento creí que se estaba reencarnando Cho en mí, porque realmente sentí deseos de matar, pero de matar así grotescamente, así como los fantasmas de los Trece Fantasmas (es guena esa película). De pescar un fierro y darle con eso en el mate a toda esa manga de inoperantes, incompetentes y sacadores de vuelta.
Y ya me imaginaba a yo arremangándome las orillas del chaleco, tirando un escupo al suelo y con un fierro repartiendo palos. Me dio vergüenza. Porque qué flaite el instrumento para matar, hasta una piedra hubiera sido más digna, pero no, se me ocurrió con un fierro, y después pensé en las armas (me hubiera visto sexy con guantes negros y dos nueve milímetros). Hasta que subí. Y se me pasó un poco.

Hoy que escribo esto ya no estoy tan drogada por la ira, pero pensé en Cho.
Ay, por Buda, ese gallo estaba lleno de rabia, de frustración y resentimiento. Me pregunto cuánto tiempo le habrá tomado maquinar todo lo que hizo. Sigo pensando a pesar de las cosas que han salido publicadas que estaba absolutamente cagao, porque eso de sacarse fotos así onda amenazante es para dejar peor a las personas. Yo las vi y me imaginé al coreano (que tiene una pinta de flaite, de esos que le dicen chino) que me estaba apuntando a mí. Y me cagué en la puta madre de miedo.
Y esas con los cuchillos. Atroz.
En su manifiesto noto un dejo de frustración por sentirse menos, por no ser alguien, y que con eso pasaría a la historia, pero no de cualquier manera, sino casi con un orgasmo, el placer que le proporcionaría el matar y matarse lo dejaría libre. Para mí que está en el Infierno, no creo que se arrepienta. Rabia me da en contra de las autoridades de la Universidad que le dieron dos horas para que se tomara hasta un café, escribiera una cartita y la dejará en el correo, incluso se hizo una sesión de fotos. Mmh.

Espero que las personas afectadas no vean eso, porque se van a traumar.
Les recomiendo el post de la Pauly, va con traducción. Están las palabras del manifiesto en la versión original y con la traducción de la niña.
Mmh. El gallo le pegaba a las historias macabras.
Esa perversión dormida que tenemos los seres humanos...

1 Respuestas to “La Reencarnación de Cho”

  1. # Blogger Miss Rydia

    Yo tomé como dos frases del manifiesto para escribir mi pedazo de historia, lo quiero leer así entero y ahora ya, yo creo que es buen... no sé, buen material como para entablar discusiones, aunque igual me parece macabro que lo muestren y todo, pero me gana la curiosidad. A mí no me dan miedo las fotos, más que nada me dan como tristeza por él...

    Y vo, no vengai a tirar hueás. A mí me pasa que se me embotella la pena y por mientras ando un par de días brígida y enojá con todos, hasta que llego al tope y me pongo a llorar. En el Moot me pasó, ese día que te llamé pa copuchar había pasado mi catalepsia pero los últimos tres días me la lloré toda.

    Gracias po, si sé que me quedó lindo ;)


    Ya, te quiero...
    Te veríai sezi con guantes negros y pistolas.  

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