Mujercita.

La mandataria adhiere al concepto de un artículo de la revista de izquierda Punto Final que, según ésta, trata de una campaña que quiere destruir la imagen de la Presidenta para inferir una derrota histórica en el proceso de emancipación de la mujer. El artículo también responsabiliza a los políticos de la Concertación como ‘autores’ de femicidio, mientras cercanos a la presidenta expresan que ella ha dicho que los enemigos están dentro, refiriéndose a su sector.

Si bien, algo de cierto hay en el asunto, ya que el machismo idiosincrático que impera en el país, no da todas las oportunidades que merece y es capaz de desempeñar la mujer, como los cargos de poder que tradicionalmente son ocupados por hombres y que han sido fundados para y por el método masculino, por lo mismo siempre cuestionable, aunque el cargo competa autoridad, para los varones es difícil reconocerlo como tal. Además como es el juego de la política siempre se hablara en desmedro, sea hombre o mujer, a alguien hay que atribuirle la responsabilidad de las fallas en la gestión.
La condición de mujer no es la responsable de las criticas a la administración (si nos remontamos a las elecciones, esa es la razón por la que fue electa), sino que en realidad la gestión ha sido en los temas que más afecta a los chilenos errada.
Intentar culpar el género es una débil y predecible estrategia. La Presidenta que ha declarado - haciendo siempre referencia a Lagos- que si él lloraba era un hombre sensible, pero si ella lo hace demuestra su debilidad; que si él gritaba era un hombre firme y con autoridad, que si ella lo hace es una histérica, finalmente le adjudica la responsabilidad implícitamente a ser mujer con esto del femicidio político, y libera con estruendo la progesterona contenida por el cargo.

Lo ofensivo es que el femicidio es un homicidio (valga la redundancia) un acto despiadado que vulnera la dignidad de las mujeres en su manera más aberrante, y relacionarlo con un concepto político sólo por ser un término contingente, es indigno, más aún para justificar errores de administración de un país. Esto por cierto que no fue bien recibido en la Oposición, ni el Oficialismo que opta por bajar el perfil de los dichos resaltando las desigualdades de género.
El hecho que el concepto no esté incluido aún en nuestro Código Penal y que se haya tipificado hace poco no da una razón fundamentada para usarlo como cualquier palabra que genere controversia- Bacheletismo- Aliancista por ejemplo-.

Concordando con la opinión de Patricio Navia, del diario La Tercera, ‘cuando un presidente habla de HOMICIDIO político tácitamente reconoce su propia vulnerabilidad’, es este el gesto victimizador que toma la Presidenta, no sólo corroborando la tesis de un gobierno débil sin figura de autoridad, sino que dejando en claro que se deja tocar por el machismo que reina desde tiempos remotos en el país.

El femicidio es un crimen, es la perdida de una vida irremediablemente con todo lo que significa ello. Intentar manchar la imagen de los políticos es estrategia de antaño, sistemática y que no causa un daño moral en la persona o en una familia.
Creo que hablar de femicidio político es tan aberrante como hablar del femicidio propiamente tal.