Mujercita.


Carta para... ¡Me!

Hay una cosa que me gusta mucho del mes y es cuando me llega la cartola del banco con el registro de los giros o transacciones que he hecho con la tarjeta.
Creo que la mayoría de las personas cuando la ven, dicen ‘ah, llegó esto’, lo abren, la miran sin leer nada, excepto los depósitos, y la dejan por ahí.
Yo no.

Desde la primera que me llegó, que era algo así como mi primera correspondencia de diecinuevera con poder adquisitivo, la que daba todos los indicios de mi ego reducido a unos cuantos ceros y un par de shampoo para rizos, mi desodorante Rexona Teen y el celular nuevo (pero sólo durante este mes, porque fue lo que se pudo hacer). Pero aquella primera vez que abrí el sobrecito rojo, vi mi nombre, mis datos y el detalle. Lo leí uno a uno y mientras leía iba recordando esas ocasiones en que utilice la plata y lo disfruté un montón porque recordé momentos lindos (que no los hizo la plata precisamente, pero ayudó). Por ejemplo, cuando invité a la Pauly al Avant Première de Dieciséis Calles. O cuando me compré los jeans con mi hermanita bella, o cuando fui con Mauro al mall y nos sentamos a comer. Cuando compré a Centurión y lo terriblemente bien que me sentí con la compra de navidad, los regalos del amigo secreto y todo lo demás.
Comencé a recordar momentos y más momentos, o me decía ‘vaya, mira cuánto te ha costado eso, joder, el próximo mes compraremos uno más barato’ o ‘madre mía qué hice esa noche de juerga de puta madre, que qué, ¿¿¿ me gaste treinta y seis lucas en una noche???’… Mis impresiones cada vez que llega aquel sobrecito rojo rindiendo cuentas es fabuloso.


Es como estar en las puertas del Cielo intentando reconciliarte con San Pedro, pasa toda tu vida de adquisiciones, transacciones y acciones por tus ojos en un segundo, como si fueras a morir, y he tenido esa sensación cuando veo que el saldo que queda me deja un déficit financiero importante en mi cabeza, estómago y bolsillos. Pero lo disfruto cuando digo, mira, había olvidado ese día, pues ha llegado dios Estado y viene a recordártelo para que le rindas cuenta de tus acciones, buenas y malas, desconsideradas o responsables, y además a decirte, mijá sabe qué, cachése, mire lo que va quedando. Y ahí si me acuerdo de la Trinidad y digo, ayúdame, Señor, perdóname Señor y que alcance mi vida, mis energías y eso (diciéndolo con desprecio) hasta el próximo mes, donde espero por supuesto, tener un superávit o por lo menos un excedente de luca, eso sería digno. Pero lo sigo esperando...


Tengo mi reunión... me voy.


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La Feña ♥