Mujercita.


carta de declaración de odio

Tratando de ser diplomática, quisiera confesarte que detesto tu humanidad completa. Te odio.
Odio ese inmundo pelo indefinible, que parece un huaipe olvidado que hiede. Odio tu piel con textura tórrida, gruesa, oscura, putrefacta. Tus escabrosos ojos de color, esos ojos que son verdes, que son raros, que no se pueden mirar porque tienen el símbolo de la traición en el iris. Me repugna la asquerosa peste que emana tu estela cuando pasas por cualquier lado y cerca de cualquier persona, esa asquerosa mezcla de tabaco y cafeína en un cuerpo que lleva años alojando esa fragancia en todas las partes que luego sirven para repulsar.
Odio tu falta de elocuencia, esa retórica mediocre que crees pasar por sabiduría y manejo del lenguaje, esa que debiera tener un psicólogo educacional y que, permíteme convencerte, no alcanza a ser más que la herencia del apellido Lagos, de esos Lagos de la tele, de esos que en su insaciable necesidad de parecer intelectual, quedan como imbéciles en el intento.
Odio que finjas un liderazgo que tienes porque alguien te lo concedió, no porque realmente lo poseas, bien debes cabecearte siempre tratando de validarte como autoridad frente a mí y los fallidos intentos nos convencen de que no existe tal virtud en tu currículo.
Detesto tu falsa moralidad, tus discursos de preceptos profesionales, tus felicitaciones obligadas por un manual de clima laboral, tus reprensiones sin ánimos represivos, tus reproches orientados a un adjetivo, tu pelo de lobo que rebosa en ese patético disfraz de oveja.
No eres bueno.
Lo sé al ver a tu esposa, una escuálida mujer sin gracia. Lo sé al haberte divisado un par de veces con una que a simple vista sí tenía muchas gracias, una que contrasta con lo teñido del pelo y el común vestir de tu señora. Lo sé al leer los correos que te manda tu secretaria. Lo sé, porque mientes, finges, maquinas, chismoseas y crees que todos lo hacen también.
Lo sé porque me has humillado, me has basureado, me has denigrado y abusado de ese insípido poder que se paga con poco más de millón de pesos sin beneficio a nada.
Eso es lo que valen tus miserables valores.
Odio tus pretensiones.
Odio tus enredados pensamientos.
Odio el aire que te tragas y con el que contaminas el mío al exhalar.
Odio el séquito de patéticos a los que les enseñaron que el jefe es quien manda, porque a mí la única que me manda soy yo. Odio a esos pobres que se adaptan al carácter de una persona como tú, yo no soy adaptable. Y si eso me hiciera mejor persona, no me amoldaría al gusto de alguien tan corriente como tú. No son los recientes veinticuatro que todavía idealistas e intensos me exigen autenticidad y libertad, es algo que tú vendiste por un poco más de un palo y se llama integridad.
Te odio, me asqueas, me desagradas a un nivel que jamás llegué a sentir por alguien. Aunque ni eso mereces. Pero te lo confieso: te detesto con cada partícula que me compone.

Me molesta no saber los motivos de por qué me odias a mí, pero amainaré, porque en mi verborrea ya yo te los dije a ti, conchetumadre.

Etiquetas:

0 Respuestas to “carta de declaración de odio”

Publicar un comentario

La Feña ♥