Sí, así justo in the Middle
1 Comments Publicado by LaFeña el martes, 3 de julio de 2007 a las 15:18.

Al más puro estilo Malcolm y… lo odio.
Es que no sé qué soy. ¿Estoy en medio de la vida acaso?
Más gráficamente y para que me entiendan aunque con ello se me caiga la gramática y arriesgue denuncia del blog (así en toda la mala onda) no sé si soy una vieja culiá o una pendeja de mierda. Sí, así es.
Porque la maravillosa y ciertamente brillante teoría de Gonzalo (Donoso, Donoso pueh!) que recita que el cabrón que me diga que la madurez tiene que ver con la edad no es más que eso, un cabrón. Aunque sí, algo de relación tienen, pero también es fehaciente que conozco hombres de cuarenta que parecen de quince y otros de quince que parecen de veintisiete y todas esas combinaciones. Pero yo… me siento ¡rara!
Rara y en ocasiones mal aquí. En medio de puros personajes sobre los veinticinco. Rara en reuniones, rara cuando mi jefe me reta por errores que no son míos. Rara cuando hay paros o pingüinos protestando (y pienso que yo podría estar metida allí, pero no, estoy del otro bando, del Lado Oscuro de la Fuerza). Rara cuando pienso que soy la más joven de todo el Ministerio de Educación, rara cuando a veces me pongo a escribir y me doy cuenta que hace rato dejé de hacer pendejadas, dejé de reírme por las estupideces que dicen los cabros, de esas típicas que se escuchan en la mañana cuando vas en la micro y se sube una embestida de escolares (y bien digo embestida), cuando me doy cuenta que en realidad lo que sí he hecho han sido cosas típicas de treintona soltera en busca de departamento nuevo. Esas son mis reflexiones en la oficina cuando mi jefe me reta, cuando estoy en reuniones fomes, cuando a veces ando en los pasillos fríos de este viejo edificio, que guarda las más increíbles historias.
Pero cuando estoy en otros sitios como en las aulas de la universidad, en la puerta principal de la universidad, en los baños de la universidad ¬¬ y en cualquier sitio donde haya personas de mi rango de edad (de los que frecuento, más que nada la universidad) o los amigos de mis amigos que van a la Blondie o a carretes distorsión o cosas así, es ¡lo mismo! Me siento igual de rara.
Ese sentido de no pertenencia me persigue. Cuando estoy con mis compañeros de universidad y sobretodo en este caso, es cuando más ajena me siento a ese mundo. Cuando veo que faltan a clases por ir a tomarse unas cervezas hasta quedar al borde de la ebriedad, cuando van a clases ya ebrios o volados, cuando se ponen a discutir con la profe porque no quieren trabajar conmigo (eso lo dije porque hay que hacer notar que en todos los casos mencionados hablamos de las mismas señoritas de entre veinte y veintidós años que tienen hijos ya, que lamentablemente son mis compañeras y que me tienen mala, para variar, por una estupidez), porque yo no soy así.
Me sorprende que pierdan el raciocinio con copete, después sigan la tontera por otro lado, abran las piernas y luego no se acuerden de nada, o lo que es peor, sigan haciendo estupideces. Es que he oído cada cosa.
No me siento ni de aquí ni de allá. Estoy al medio y… lo odio.
Porque en ocasiones no sé cómo reaccionar. Es que en el Ministerio podría escudarme diciendo que soy una niña aún, aunque todo el mundo me vea así y no tenga miramientos al respecto. También he oído cosas que han dicho de mí, de rollos que se pasan algunos (y no es complejo de persecución), y me sorprendo otra vez. Y es que ser cabra chica en un lugar como este es para hablar, e intentar dárselas de adulto en uno donde abundan las manzanas verdes, también.
Conclusión: No soy Hamlet, mi dilema no es ser o no ser. Es estar o no estar y… lo odio.
Mi sentido de no pertenencia no es sólo aplicable a los grupos de personas y a los lugares que habito, también me sucede con mi país. Tanto así que he visto como mil veces la página del Mineduc que dice que vote por los moai como nueva maravilla para el mundo, lo vi en la tele y hasta me pasaron un volante para que checara www.moai.gobierno.cl y no. No quiero. No de mala onda, ah. Es que me da lo mismo, no cambia mi existencia ni es motivo para jactarme en algún viaje a un país fabuloso como Grecia. Eeh… definitivamente no.
Es que no sé qué soy. ¿Estoy en medio de la vida acaso?
Más gráficamente y para que me entiendan aunque con ello se me caiga la gramática y arriesgue denuncia del blog (así en toda la mala onda) no sé si soy una vieja culiá o una pendeja de mierda. Sí, así es.
Porque la maravillosa y ciertamente brillante teoría de Gonzalo (Donoso, Donoso pueh!) que recita que el cabrón que me diga que la madurez tiene que ver con la edad no es más que eso, un cabrón. Aunque sí, algo de relación tienen, pero también es fehaciente que conozco hombres de cuarenta que parecen de quince y otros de quince que parecen de veintisiete y todas esas combinaciones. Pero yo… me siento ¡rara!
Rara y en ocasiones mal aquí. En medio de puros personajes sobre los veinticinco. Rara en reuniones, rara cuando mi jefe me reta por errores que no son míos. Rara cuando hay paros o pingüinos protestando (y pienso que yo podría estar metida allí, pero no, estoy del otro bando, del Lado Oscuro de la Fuerza). Rara cuando pienso que soy la más joven de todo el Ministerio de Educación, rara cuando a veces me pongo a escribir y me doy cuenta que hace rato dejé de hacer pendejadas, dejé de reírme por las estupideces que dicen los cabros, de esas típicas que se escuchan en la mañana cuando vas en la micro y se sube una embestida de escolares (y bien digo embestida), cuando me doy cuenta que en realidad lo que sí he hecho han sido cosas típicas de treintona soltera en busca de departamento nuevo. Esas son mis reflexiones en la oficina cuando mi jefe me reta, cuando estoy en reuniones fomes, cuando a veces ando en los pasillos fríos de este viejo edificio, que guarda las más increíbles historias.
Pero cuando estoy en otros sitios como en las aulas de la universidad, en la puerta principal de la universidad, en los baños de la universidad ¬¬ y en cualquier sitio donde haya personas de mi rango de edad (de los que frecuento, más que nada la universidad) o los amigos de mis amigos que van a la Blondie o a carretes distorsión o cosas así, es ¡lo mismo! Me siento igual de rara.
Ese sentido de no pertenencia me persigue. Cuando estoy con mis compañeros de universidad y sobretodo en este caso, es cuando más ajena me siento a ese mundo. Cuando veo que faltan a clases por ir a tomarse unas cervezas hasta quedar al borde de la ebriedad, cuando van a clases ya ebrios o volados, cuando se ponen a discutir con la profe porque no quieren trabajar conmigo (eso lo dije porque hay que hacer notar que en todos los casos mencionados hablamos de las mismas señoritas de entre veinte y veintidós años que tienen hijos ya, que lamentablemente son mis compañeras y que me tienen mala, para variar, por una estupidez), porque yo no soy así.
Me sorprende que pierdan el raciocinio con copete, después sigan la tontera por otro lado, abran las piernas y luego no se acuerden de nada, o lo que es peor, sigan haciendo estupideces. Es que he oído cada cosa.
No me siento ni de aquí ni de allá. Estoy al medio y… lo odio.
Porque en ocasiones no sé cómo reaccionar. Es que en el Ministerio podría escudarme diciendo que soy una niña aún, aunque todo el mundo me vea así y no tenga miramientos al respecto. También he oído cosas que han dicho de mí, de rollos que se pasan algunos (y no es complejo de persecución), y me sorprendo otra vez. Y es que ser cabra chica en un lugar como este es para hablar, e intentar dárselas de adulto en uno donde abundan las manzanas verdes, también.
Conclusión: No soy Hamlet, mi dilema no es ser o no ser. Es estar o no estar y… lo odio.
Mi sentido de no pertenencia no es sólo aplicable a los grupos de personas y a los lugares que habito, también me sucede con mi país. Tanto así que he visto como mil veces la página del Mineduc que dice que vote por los moai como nueva maravilla para el mundo, lo vi en la tele y hasta me pasaron un volante para que checara www.moai.gobierno.cl y no. No quiero. No de mala onda, ah. Es que me da lo mismo, no cambia mi existencia ni es motivo para jactarme en algún viaje a un país fabuloso como Grecia. Eeh… definitivamente no.
Ay, a mí a veces me pasa eso. Es que ser parte de la masa es difícil, po. Piensa que los cabros de nuestra edad están como superando la etapa hardcore de sus vidas y bailan reguetón y se hacen cagar y son tontos, profundamente tontos. Yo creo que la gente más inteligente que el promedio siempre pasa por estas cosas. Pero.. yo creo que al final encontrai la gente con la que te sentís bien. Me pasó en la U, yo pensé que no encontraría a tantos como yo y hueón, la paso muy bien.
Igual te quiero oh.
Jajajaja es que erís bacán po... y a veces esto es la consecuencia.
Ya nos veremos las caras!