Sueño de Whisky en las Rocas
0 Comments Publicado by LaFeña el miércoles, 1 de noviembre de 2006 a las 20:58.

"Un tipo va a un casino, gana un millón, vuelve a casa y se suicida"
Esto es Ilustrado. Esto es.
Nada parecía tener sentido, dos tragos más y se acabará la noche. Se acabará el arte y la pasión, el amor y la vida.
Recordaba entre agitados suspiros y un sudor frío ese momento en que una brisa lo llevo a fijar su mirada sobre una falda negra de satín, unas manos balanceando un lápiz, unos labios brillantes y unos ojos distraídos, perdidos en una taza de café. Fue tal el encanto provocado por aquella mujer que no dudó en inventar cualquier pretexto para acercarse.
Apagó el cigarrillo y bebiendo el último sorbo de whisky, se levantó precipitándose a la mesa de la mujer, empujando un poco la silla provocando que su cartera cayera al suelo. Ambos se juntaron al inclinarse para recogerla. Ambos se miraron y sonrieron. Se disculpó algo temeroso de evidenciar que todo había sido a propósito. Sin embargo ella le pidió que se quedara, que la acompañara un momento. Aceptó un poco avergonzado.
Igor estaba perdido en la dulzura de la voz de la chica, hipnotizado por sus labios.
Hablaron de libros y fortuna, de viajes y sueños, de números telefónicos y un próximo café en tan grata compañía.
Al llegar a su desarreglado departamento, bebió otro whisky, se derrumbó sobre la cama acariciando la suavidad de las sábanas, luego las apretó con un leve destello en sus ojos. Imaginaba el cuerpo desnudo de esa mujer enredado en la blancura de las cubiertas, invitándolo a amarla.
Tomó sus cigarrillos y la botella de whisky. Se dirigió eufórico y sonriente a su estudio de pintura, cerca del ventanal puso la tela, tomó su acuarela, la olió y cerró los ojos. Esta vez la imaginó en su cuerpo, siendo parte de él, de su corazón y de su sangre.
Enajenado comenzó a trazar líneas delicadas como las manos y espalda de su nueva musa. Cada vez que quiso recrear un detalle de ella, simplemente, cerraba los ojos y soñaba hasta la última grieta de sus labios y los pliegues que forjaba su sonrisa. El whisky acababa y los colores se hacían más intensos. Exhausto regresó a la cama, desde donde alcanzaba a contemplar alucinado la figura pálida de la mujer aletargada sobre su lecho, la que conoció ese día, la que soñó y dibujó. Por la mañana, algo aturdido, fue lo primero que distinguió al despertar.
Era hermoso, pero pensaba que no sería así para el señor Reyes que sólo esperaba que perdiera el talento de una vez para sacarlo definitivamente de su galería. Igor lo llevó ilusionado y algo atolondrado aún por la excesiva ingesta de alcohol. Llevaba en su agendita con enormes letras escrito el número que había intercambiado con ella.
Esta sería su última oportunidad. Reyes lo había advertido – si en esta ocasión no consigues una venta, por lo menos, se acaba esta vitrina para ti.-
Con un suspiro lamentó ese recuerdo, había sido duro conseguirla. Abrió la puerta del galpón, se acercó a su oficina y dejando el cuadro de pie frente a él tomó el teléfono y marcó. Sonó un par de veces, cuando contestaron oyó una voz de hombre.
- ¿Si, diga?
- Hola…Perdona, creo que me equivoqué.
- ¿Igor?
- ¿Demian?
- ¡Amigo, qué sorpresa!
- Pero… ¿Cómo? ¿Cuándo regresaste? ¿Cómo estás?
- Bien, bien. Estoy aquí hace dos semanas.
- Pero, ¿qué hay de tu problema en Nueva York?
- Resuelto. Hicimos un negocio redondo, nos generó dividendos elevadísimos. Ahora invertimos, pero decidí darme un pequeño viaje.
- ¿Así que solucionado, eh?
- Absolutamente. ¿Puedes decirme cómo has conseguido mi número, Da Vinci?
- Este…ehh… Se cuenta el milagro pero no el santo.
- Vamos a tomarnos algo para que platiquemos.
- Seguro, después del trabajo.
- Te llamo.
- No hay problema y bienvenido.
Consternado, no entendía nada. La visita de su amigo que estaba en Estados Unidos lo sorprendió. Después de lidiar con una terrible quiebra en la empresa que erigió por esas tierras, regresó a Chile lleno de éxito. Pero ¿por qué lo encontró en el teléfono de su amiga? No pensó mucho.
Tomó el cuadro y lo llevó a la oficina de Reyes. Se lo enseñó resignado.
- Vásquez… me gusta. Pero no es suficiente. Deberás venderlo. Si para esta tarde no vendes algo, pierdes “Reyes Exposiciones” y es mi última palabra, el talento aquí no es suficiente. Necesitamos ventas. De arte no vivirás -
Y lo sabía, siempre lo supo, pero no le importaba.
Retiró ‘El Infierno Verde’ como llamó a su última obra y dejando todas las oraciones a su redentor Apolo, lo colgó.
Ahí estaba. “Sueño de Whisky en las Rocas”.
Se puso cerca, mucha gente lo admiró y mencionó lo fino y bello que era, lo acabado y la viveza de los colores, casi podrían tocar la tersura de la piel, pero nadie quiso llevárselo.
Al final del día Reyes espetó: “Vásquez… Lamento, de veras, esto. Posees talento, pero no vendes, no aquí, por lo menos. Puedes llevarte tus cosas, como te dije, se venció el plazo.”
Atribulado se dirigió a retirar el cuadro. Tomó sus papeles arrugados y su maleta con hojas, lápices y demases. Cuando iba a recoger un crayón gris azulado, su favorito, encontró una nota escrita con el mismo que decía “Espero por el café en tan grata compañía”. Lo tocó, se sentía aún fresca la pintura. Dejó el cuadro y corrió al café que estaba cerca. Ahí estaba, distinguida como la primera vez. Rosó ligeramente su espalda, ella no dió indicios de nada. Se sentó y al mirarla vió sus ojos distraídos en el café y sus labios brillantes obsequiándole una sonrisa. Hablaron del Renacimiento y de los tragos, del café y de la crema y de por qué estaban ahí otra vez.
Ella lo besó. Él no se resistió.
Terminaron envueltos en sus sábanas. Él la amaba, ella no lo sabía. Ella le insinuó saber mucho de él – un pintor de prestigio como tú, con el éxito que acarreas… no puedes vivir en esta pocilga -.
No dijo nada. La suavidad de su espalda aún lo tenía absorto en las caricias.
- ¿Igor? ¡¿Igor?!
- Dime.
- ¿Dónde está tu portentosa vida de éxito?
- ¿De qué hablas?
- Sé que la bohemia genera esto, pero créeme que no te da reputación vivir así.
- Varinia, esta es mi vida. Ayer perdí mi vitrina en ‘Reyes’, deberé vender mis cuadros a un precio que no lo valen, o buscar un empleo normal. Algo que me dé una simple estabilidad. Lo cierto es que ahora no tengo nada más que a ti.
Ella guardó un profundo silencio.
Se acercó a la ventana y la abrió dejando entrar un haz de luz que iluminó completamente su desnudez, como en algún momento la quiso percibir. Delicada, como siempre, tomó su vestido, retocó sus labios y partió sin decir nada.
A mediodía Igor volvió a marcar el número que le había dado. Nuevamente encontró a su amigo, Demian. Se juntaron, hablaron. Él sobre su romance quebrado, Demian sobre el fulminante éxito en Nueva York.
- No lo creerías, pero todo esto partió por un juego en un casino. Viejo, no te imaginas lo atónito que quedé al ver que ese millón era mío. Un tipo vicioso me invitó. Extraño, pero acepté, es que estaba tan afligido. Y contaba sólo con dos fichas, el único juego que aceptaba ese canje era el de la ruleta, aposté a mi favorito, 22, y salió. Había ganado. Luego decidimos empezar de nuevo con este capital y mírame. Todo marcha bien, tenemos acciones en la bolsa y de seguir con este crecimiento proyectamos dividendos cuantiosos para los próximos períodos. Es una locura ¿verdad?
¿Un casino?- se dijo- eso si parece un disparate.
- Demian, perdona que te lo mencione pero, no llame a tu número con la intención de encontrarte a ti, la verdad es que fue toda una casualidad. No entiendo cómo pudo ser tu teléfono.
- No lo es. Es de Varinia. Ella es mi novia, lo cierto es que regresé por ella. A propósito, ¿cuál es el nombre de tu chica misteriosa que te tiene así, amigo?
Pasmado, no pudo articular palabra. Bebió hasta la última gota del vaso de whisky que había evitado durante toda la conversación. Se despidió cortés y caminó sin rumbo, durante muchas horas.
Comprendía todo. Pero no dejaba de cuestionarse cosas. Entre el caos que inquietaba su mente, y la herida que sangraba en su corazón, no podía prestar atención más que a desesperaciones.
No quería perderla, aunque en apariencia no había nada. Pero ella lo había inspirado, había creado una verdadera obra y todo a raíz de ella. Su corazón se había vuelto agitar, y su mirada a brillar.
Se acordó cuando estuvieron juntos y el silencio perpetuo que hubo cuando presentó su situación financiera.
Recordó la plática con su amigo, y a pesar de estar aún confuso lo llamó. Esta vez contestó ella. Asustada fingió hablar con una amiga, Igor le preguntó con quién estaba, ella contestó que estaba de salida, mientras un grito de fondo decía ‘date prisa, cariño, el casino está a punto de abrir’. Colgó sin más.
Sólo había un casino en la ciudad. Igor, presa de alucinaciones y otras cosas, partió alterado rumbo al casino. Al ver que no podría ingresar en su estado semi-inconsciente decidió respirar un poco y ordenarse. Una vez más despejado, logró entrar. De lejos divisó perfecta e intacta la espalda resplandeciente de Varinia acompañada por Demian.
Revisó con cuánto disponía para fingir ser el gran postor, pero sólo canjeó dos fichas.
Jugó en la ruleta. Apostó su favorito, 19, y ganó. Estupefacto no soltó ni una sonrisa, la gente alborotada y asombrada llamó la atención de todos los asistentes. Fue cuando apareció la mirada dulce de Varinia sobre la suya. Para él no había nada más que esas dos almas, de pronto un abrazo lo extrajo de su burbuja. Era su amigo felicitándolo.
Brindaron por el ganador. Varinia seguía persiguiendo los ojos de Igor. Él sumido aún en la decepción que causa ver la verdad, se sentía vivo con esos labios brillando otra vez para él.
Al cerrar el casino quedaba aún noche, Demian lo invitó a cerrarla festejando. Pero no aceptó. Había sido demasiado y no sabía si soportaría esa incómoda situación de estar juntos los tres. Dejó el maletín con dinero en su cama y los acompañó a la puerta.
Varinia le dió al despedirse otra nota que decía ‘espérame’. Para cerciorarse que su propuesta había sido aceptada, antes de marchar lo miró para corroborar, sin embargo, la mirada de Igor era de absoluta desaprobación.
Al cerrar la puerta pasaron cinco minutos y golpearon. Era Varinia con lágrimas que quitaron todo su maquillaje, Igor rendido le permitió seguir. Lloró y rogó que la disculpara, pero a él no le importaba sólo quería amarla por última vez, sabía por qué había regresado, pero ni la desilusión de conocer el desenlace de su historia con ella le quitó el deseo de saber que amaría y que aunque en una falsa reciprocidad, sería también amado.
Al despertar aún era de noche. No estaba ni Varinia ni su maleta.
Desde su predicción hasta la historia en sí misma no poseía sentido.
Nada parecía tener sentido, dos tragos más y se acabará la noche. Se acabará el arte y la pasión, el amor y la vida. Bebiendo un whisky en las rocas, oliendo el, ahora, cercano aroma de la libertad. Con su vida manchando la alfombra.
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