Mujercita.


Macabra

Mauricio después de oír la historia, sorprendido, se acercó, acarició mis mejillas en un gesto de ternura olvidado y abrazándome preguntó algo patético que me hizo pensar en el engaño, recordar lo acontecido, que sería inolvidable para ambos, y responderme su siútica pregunta en mi interior.

Y ese día que con el paso de las horas, hizo lucubrar mi plan igual que todos los lunes, ir a su casa para yacer juntos, envueltos en las sábanas y yo abrazada de su compañía.

Comunicarnos en la universidad era difícil, la cercanía entre los profesores con los alumnos era motivo suficiente para presumir algo más y las normas eran claras respecto a las relaciones, pero inventábamos cualquier pretexto que pareciera habitual para no atraer la atención del resto.
Aquel día, en un recreo, su mirada señaló intención de decirme algo, me acerqué y entre susurros anunció que tendría un pequeño retraso, porque debía terminar ciertos trámites pendientes y no deseaba que por eso yo tuviera que esperarlo en la intemperie de su jardín. Confiada, me alegré de su atención.
Al finalizar la jornada él se dirigió a sus quehaceres. Una profesora me pidió que la ayudara con un tema de Literatura, eso me mantuvo ocupada mientras le daba el tiempo que creía necesario para sus diligencias. Al terminar, registré la economía con la que contaba en la billetera, que eran dos mil quinientos pesos, suma suficiente para conseguir un papel de coca y algún licor de bajo costo. Saqué una mierda de droga por mil seiscientos, con eso era suficiente para encaminarme a su casa.
Una vez allí, frente a su vivienda, suspiré tranquila. Estaba su auto, por lo tanto, debía haber regresado, había ruido que así lo verificaba. Pero golpeé una vez, y otra y otra más, y cada vez más fuerte. Resultaron ser cinco toques de gran peso en el puño de mi mano contra su puerta. No respondió. Supuse que aún se encontraba en sus actividades y no quise esperar en el antejardín sentada en un alto de cemento. Me dirigí con los pasos duros, efecto de la droga, hacia la placita de enfrente, desde donde podría observar su llegada. Así lo hice, dando fruto a mis ilusiones e imaginando lo bien que nos amaríamos cuando llegara. Pero al rato, me llevé una abominable sorpresa. De su casa salía con otra.
Desde donde espiaba pensé rápidamente las medidas, tenía derecho a actuar como quisiera, era la dueña de la situación, o reventaba armándole un escándalo o bien era madura y serena. Así fue. Conservando la calma observé su actuar: su primer reflejo fue tratar de ignorarme y fingir que no me había visto, pero ambos sabíamos que lo había hecho, luego, resuelto, se encaminó hacia mí. Me dejó dentro de la casa para que lo esperara porque iría a dejar a la desconocida, que ya estaba sentada ocupando el asiento delantero del auto, a la cual ni siquiera miré. Con entereza pasé por su lado ocupando mis dominios. Tenía que despacharla, sólo debía esperar.

Mientras, aguardé sola en su casa.
Apenas sentí alejarse el vehiculo, corrí a su habitación como una loba furiosa y hambrienta de encontrar huellas, asalté su cama para olfatear los mínimos olores. Una mujer conoce muy bien los aromas después del sexo, quedan en el aire, quedan en la piel y cuesta mucho que se borren del lecho. Así, desarmé la cama totalmente, buscando cualquier indicio que me hiciera tener las pruebas de su desliz. Con premura palpé para encontrar restos de líquido, estaba enajenada. Mi calma de mujer madura se esfumó totalmente, mas nada encontré.
A su llegada actué como si nada, él debía emprender su regreso hacia mí.
Mantuvimos la conversación casual y divertida que siempre entablamos, en ningún momento ofreció disculpas, si no se habían cometido errores no debían por qué existir.

Lo que él no sabía es que al llegar yo había mirado por la ventana y no estaban. Su casa es de un ambiente solamente, en él se dividen el comedor, la cocina, el baño en un rincón, el computador en otro, equipo, tele y demases, lo único que cuenta con una puerta aparte es su dormitorio. Mientras golpeaba, me di cuenta que la cortina estaba entreabierta, me asomé por ella y no había nadie en ese único ambiente, el dormitorio estaba con la puerta cerrada, pero hasta ese momento yo creía que él no se encontraba y él, ignoraba que yo estaba adelante.
Seguimos conversando, fuimos por bebida para un pisco que guardaba, de vuelta, sentados en la mesa se inclinó para besarme y yo respondí - ¡qué cínicos éramos, excelentes actores encarnando un escenario de tramas en la que nos creíamos ganadores! -.
Quiso hacerme el amor, me envolvió de espaldas hasta guiarme a la habitación, pero no accedí, debía emprender más esfuerzo, costarle aún más. Así me retiré de su vivienda, dejándolo pasmado. Ni siquiera quise que fuera a dejarme, deseaba caminar.

Fui por más coca, la que esta vez me resultó gratis, y a las cuatro de la madrugada volví a su casa buscándolo, me recosté junto a él vestida, pero provocativa, excitándolo, enseñándole que lo que yo le proporcionaba a través de mi cuerpo no lo encontraría tan fácil en otra persona.
Finalmente, a solas y en calma después de dejarlo exhausto de cómo bestias que retozamos, inventé la mentira de su interrogación.
Mauricio dijo “Denisse, ¿por qué dudas de mi?”
Yo pérfida, rápida de palabra y artimañas de verborrea que envuelven y atrapan, inventé la trampa. “Tengo miedo y no de ti, sino de confiar. En mí hay mucho dolor, cosas horrorosas que ni te imaginas”, y le conté una espantosa historia de una violación que imaginé y me expuse como la flagelada, hasta lloré.

Le dije que lo que revelaba era el secreto más grande que he guardado, que se lo confesaba para demostrarle que con mi amor yo si confiaba, porque le había obsequiado esta intimidad que nadie conocía. Él, por ello, jamás debería hacerme daño.
Conmovido me abrazó – Denisse, tan débil y frágil, una pequeña niña aquí, una gran mujer fuerte ante los demás -.
“¿Donde estás Denisse, pequeña mía?”
En sus brazos, y luego de un momento de recuerdo, le contesté con mi mirada “Esa no existe, la maté al usarte”.

Digamos que hay ciertos créditos que debo hacer, pero que mi incapacidad de comunicarme con los sueños, esa maldita wea onírica, por más que me las dé de surrealista, me lo impide. Es que soy limitada po. O eso es lo que dicen.

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1 Respuestas to “Macabra”

  1. # Blogger superstar

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