Santiago es maravilloso de noche, es definitivamente hermoso. A mi derecha mejestuosamente imperioso el Palacio de la Moneda. Al frente la emblematica torre Entel. Estoy precisamente ubicada en el corazon de la urbe.
Estoy sentada en un lugar de recuerdos, resguarda mi despreocupada integridad un carabinero, que en principio me vió con sospecha, pero ahora tranquilo, no podría interesarle lo qué escribe una niñita al medio de todo, sentada descaradamente en un monumento a quien sabe quién o qué cosa.
Pero en este mismo lugar estuve sentada hace unos meses. Aquí están dibujados, tallados en relieve en mi memoria como jeroglificos inmortales aquellos momentos que viví junto a él, son sonidos de sonrisas, de automoviles y bocinas. De frenos y el sonido que emana mezclar las lenguas...
De palabras sin sentido, de una entrevista inducida, de un deseo reprimido, de un olor a bencina y tabaco, mucho tabaco...
Es la imagen de ensueño de un abrazo cálido y verdadero, de esporadicas miradas al reloj, de vagos recuerdos de un computador. De un sentimiento que llenaba todo ese universo circundante, que brotaba de mis entrañas y se derramaba por mis poros, que manchaba su pecho, lo teñía de rojo ante mis ojos, lo marcaba como mi propiedad con mi sangre enardecida, pero ante sus ojos solamente lo protegía y lo transportaba como una burbuja impenetrable y transparente.
Lo abracé nuevamente, me vaciaba y me llenaba de eso. La suavidad de sus manos, la virilidad de su pecho, la ternura con que delicadamente tomaba mi rostro, la profundidad de su mirada, y la emoción que surgía de mi verme envuelta en esa escena donde el roce de sus labios con los míos era el final.
Caminar enlazados de la mano en una dulce y secreta alegría, por las calles de la ciudad, exaltando la belleza de los autos, calculando la velocidad de las motos, recordando el modelo y la marca y, el significado de la estrella ¿mazda o mercedes?
Nos convertíamos en parte del cuadro, volvíamos a la realidad otra vez, caminando como autómatas, respetando la fluidez del itinerario diario. Regresando satisfechos de un almuerzo en el que el plato principal fue una suerte de romance...
Estoy sentada en un lugar de recuerdos, resguarda mi despreocupada integridad un carabinero, que en principio me vió con sospecha, pero ahora tranquilo, no podría interesarle lo qué escribe una niñita al medio de todo, sentada descaradamente en un monumento a quien sabe quién o qué cosa.
Pero en este mismo lugar estuve sentada hace unos meses. Aquí están dibujados, tallados en relieve en mi memoria como jeroglificos inmortales aquellos momentos que viví junto a él, son sonidos de sonrisas, de automoviles y bocinas. De frenos y el sonido que emana mezclar las lenguas...
De palabras sin sentido, de una entrevista inducida, de un deseo reprimido, de un olor a bencina y tabaco, mucho tabaco...
Es la imagen de ensueño de un abrazo cálido y verdadero, de esporadicas miradas al reloj, de vagos recuerdos de un computador. De un sentimiento que llenaba todo ese universo circundante, que brotaba de mis entrañas y se derramaba por mis poros, que manchaba su pecho, lo teñía de rojo ante mis ojos, lo marcaba como mi propiedad con mi sangre enardecida, pero ante sus ojos solamente lo protegía y lo transportaba como una burbuja impenetrable y transparente.
Lo abracé nuevamente, me vaciaba y me llenaba de eso. La suavidad de sus manos, la virilidad de su pecho, la ternura con que delicadamente tomaba mi rostro, la profundidad de su mirada, y la emoción que surgía de mi verme envuelta en esa escena donde el roce de sus labios con los míos era el final.
Caminar enlazados de la mano en una dulce y secreta alegría, por las calles de la ciudad, exaltando la belleza de los autos, calculando la velocidad de las motos, recordando el modelo y la marca y, el significado de la estrella ¿mazda o mercedes?
Nos convertíamos en parte del cuadro, volvíamos a la realidad otra vez, caminando como autómatas, respetando la fluidez del itinerario diario. Regresando satisfechos de un almuerzo en el que el plato principal fue una suerte de romance...
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