Maldito carrete, maldito en verdad.
Creo que no hay nada más patético que tener que asumir que el copete me ha pasado la cuenta y ha sido tan devastador que no podré jamás ir a una de esas sesiones de alcohólicos anónimos que yo tanto anhelaba para saber las cosas que decían los ebrios sobrios, porque RENUNCIO, no tomo nunca más.
Todo comenzó en el departamento de los chiquillos, compramos un par de cervezas (dos Heineken y una Escudo para ser exactos) y yo en el segundo vaso ya estaba arriba de la pelota, luego tuve que ir a buscar a la Helen al metro y todo el camino apuradísima para que no se acabaran las chelas antes de volver, y llegamos y seguimos aunque ahora teníamos una linda y agradable compañía, Rodrigo, así que cuando se acabaron las chelas, fuimos a comprar ron, aunque yo estaba completamente en desacuerdo, no les importó. Yo jamás había tomado ron, ni Mitjans ni Bacardi, ni mucho menos el que compramos que estaba carísimo, porque huele a perfume de viejo verde, así como el tabú, qué asco, igual que el whisky, y como a mi todo lo que voy a comer o a beber, o lo que sea que vaya a ser ingestado, o palpado por mi boca entra primero por mi olfato, el olor me asquea y no lo pruebo. Yo voté por Pisco, pero como la Helen habló de mi reputación con éste y Diego también, me obligaron a someterme a las condiciones Pre-bailoteo y no pude negarme.
Cualquiera que leyera este párrafo creería que he asistido en más de una oportunidad a las sesiones de AA.AA, porque mi actitud es la de una consumada.
Pero bueno, no sé por qué pero me dio el bajón, y dejé mi vasito de roncola al lado del sofá sin haber probado siquiera un sorbo cuando nos pusimos hablar de lo qué significa ser diferente en esta sociedad y todo el tema existencial y afectivo heavy que conlleva aceptarnos cómo realmente somos, un poco más tarde ya la tónica de la conversación pasó a ser un poco perversa y por lo tanto nuestras lenguas sueltas también, la Helen hablaba en decibeles casi infrahumanos, como los murciélagos, y me decía cosas que me parecían absurdas, y es que estaban todos tan happy que la única que estaba anormal era yo, y los vi a todos tan patéticos que quise ser patética también para no sentir eso por las personas que más quiero. Así que tomé esa cosa maloliente y tibia ya a esa altura de la noche, tapé mi nariz y bebí. Y bebí otra vez y otro poco más y entonces la Helen se puso a bailar con Rodrigo, y Rodrigo me animó a mi, y ese es mi último recuerdo, que eran como las 00.15 de la noche, y luego me viene un flashazo de estar yo abrazando a don Water y pidiéndole perdón por todas las maldades cometidas en mis intensos diecinueve años, pero él no se compadeció y estuve así hasta que Diego me dijo un tremendo rosario de chuchás, y me maldijo por dejarlos tirados a la mitad de lo que sería nuestro súper carrete en la disco, pero según me cuenta la Helen no morí sola, también cayó Rodrigo, y luego de ese momento de religión en el baño, desperté a las 08.45 faltando quince minutos para estar en el Terminal para irme con mi hermana en un bus a casa de mi papá, me levanté cojeando, con visibilidad de 0,1-0,1 me miré al espejo y… ¡Por Dios! Es que no era yo, mi pelo crespo, mi rostro irreconocible, por más que lavé mis dientes la boca seguía terriblemente amarga, salí del baño y revisé mis bolsillos y no tenía un céntimo, los chiquillos se aprovecharon de mi vulnerabilidad, así busqué unos lentes y me los puse, salí con mi estómago hirviendo y me dolía hasta más no poder.
Todo ese día, llamémoslo After Hours para que sea más tiernamente diplomático, estuve imposibilitada para ingerir cualquier cosa que no fuera nada.
Y no, en verdad no.
Es que ese estado deplorable de inconsciente de mierda, no es ni compatible con mi cuerpo ni soportable para mi hígado y vejiga. No sé cómo se pueden hacer adictos a algo que te hace sentir tan pésimamente mal, te hace no valer un peso y definitivamente destruir tu cuerpo. Yo no quiero eso para mí, quiero vivir bien. Y no quiero beber más.
Saben qué, que renuncio, sí, renunció. Les dejo todo el copete que don Sata tenía reservado para mi, yo ya no quiero más.
Creo que no hay nada más patético que tener que asumir que el copete me ha pasado la cuenta y ha sido tan devastador que no podré jamás ir a una de esas sesiones de alcohólicos anónimos que yo tanto anhelaba para saber las cosas que decían los ebrios sobrios, porque RENUNCIO, no tomo nunca más.
Todo comenzó en el departamento de los chiquillos, compramos un par de cervezas (dos Heineken y una Escudo para ser exactos) y yo en el segundo vaso ya estaba arriba de la pelota, luego tuve que ir a buscar a la Helen al metro y todo el camino apuradísima para que no se acabaran las chelas antes de volver, y llegamos y seguimos aunque ahora teníamos una linda y agradable compañía, Rodrigo, así que cuando se acabaron las chelas, fuimos a comprar ron, aunque yo estaba completamente en desacuerdo, no les importó. Yo jamás había tomado ron, ni Mitjans ni Bacardi, ni mucho menos el que compramos que estaba carísimo, porque huele a perfume de viejo verde, así como el tabú, qué asco, igual que el whisky, y como a mi todo lo que voy a comer o a beber, o lo que sea que vaya a ser ingestado, o palpado por mi boca entra primero por mi olfato, el olor me asquea y no lo pruebo. Yo voté por Pisco, pero como la Helen habló de mi reputación con éste y Diego también, me obligaron a someterme a las condiciones Pre-bailoteo y no pude negarme.
Cualquiera que leyera este párrafo creería que he asistido en más de una oportunidad a las sesiones de AA.AA, porque mi actitud es la de una consumada.
Pero bueno, no sé por qué pero me dio el bajón, y dejé mi vasito de roncola al lado del sofá sin haber probado siquiera un sorbo cuando nos pusimos hablar de lo qué significa ser diferente en esta sociedad y todo el tema existencial y afectivo heavy que conlleva aceptarnos cómo realmente somos, un poco más tarde ya la tónica de la conversación pasó a ser un poco perversa y por lo tanto nuestras lenguas sueltas también, la Helen hablaba en decibeles casi infrahumanos, como los murciélagos, y me decía cosas que me parecían absurdas, y es que estaban todos tan happy que la única que estaba anormal era yo, y los vi a todos tan patéticos que quise ser patética también para no sentir eso por las personas que más quiero. Así que tomé esa cosa maloliente y tibia ya a esa altura de la noche, tapé mi nariz y bebí. Y bebí otra vez y otro poco más y entonces la Helen se puso a bailar con Rodrigo, y Rodrigo me animó a mi, y ese es mi último recuerdo, que eran como las 00.15 de la noche, y luego me viene un flashazo de estar yo abrazando a don Water y pidiéndole perdón por todas las maldades cometidas en mis intensos diecinueve años, pero él no se compadeció y estuve así hasta que Diego me dijo un tremendo rosario de chuchás, y me maldijo por dejarlos tirados a la mitad de lo que sería nuestro súper carrete en la disco, pero según me cuenta la Helen no morí sola, también cayó Rodrigo, y luego de ese momento de religión en el baño, desperté a las 08.45 faltando quince minutos para estar en el Terminal para irme con mi hermana en un bus a casa de mi papá, me levanté cojeando, con visibilidad de 0,1-0,1 me miré al espejo y… ¡Por Dios! Es que no era yo, mi pelo crespo, mi rostro irreconocible, por más que lavé mis dientes la boca seguía terriblemente amarga, salí del baño y revisé mis bolsillos y no tenía un céntimo, los chiquillos se aprovecharon de mi vulnerabilidad, así busqué unos lentes y me los puse, salí con mi estómago hirviendo y me dolía hasta más no poder.
Todo ese día, llamémoslo After Hours para que sea más tiernamente diplomático, estuve imposibilitada para ingerir cualquier cosa que no fuera nada.
Y no, en verdad no.
Es que ese estado deplorable de inconsciente de mierda, no es ni compatible con mi cuerpo ni soportable para mi hígado y vejiga. No sé cómo se pueden hacer adictos a algo que te hace sentir tan pésimamente mal, te hace no valer un peso y definitivamente destruir tu cuerpo. Yo no quiero eso para mí, quiero vivir bien. Y no quiero beber más.
Saben qué, que renuncio, sí, renunció. Les dejo todo el copete que don Sata tenía reservado para mi, yo ya no quiero más.
Sabes, te tengo que retar-te porque tu blog falla en Firefox y eso es lo que uso yo... ¬¬
Es que la barra lateral se va hasta el fondo.
Pero eso después.
Ahora, qué bueno oye que dejes el vicio! Yo personalmente no soy amante del trago porque me queda el sabor fuertísimo en medio de la garganta y eso me estresa, no lo disfruto, el primer sorbo me lo trago con un escalofrío y no no no. Pero qué bueno, porque así te ahorras una plata y de repente algunos episodios vergonzosos...
Nunca entendí a las chicocas de mi edad que van, se curan a las 10 de la noche, dos horas más tarde andan vomitando por todos lados y después quedan tiradas en una calle equis - y dicen que la pasaron la raja. Mentira.
En fin.
Está bueno que escribas!!